domingo, 17 de junio de 2012

A rastras.


Sentados en un claro del  bosque daban buena cuenta de un par de bocadillos que habían preparado a primera hora de la mañana antes de salir.
Ella era urbanita y se lo pensó antes de aceptar, prefería comprar las setas en la frutería, pero a él le encantaba el monte, ponerse las botas y salir a recorrer senderos, contemplar el paisaje, recoger setas   y ponerse de hojas y barro hasta las cejas; así que allí estaba trotando detrás de él, dándose con las ramas de los árboles, resbalando, porque aquello era más difícil que andar todo el día en tacones. Que no se diga, aquello se podía superar aunque le entraba una intensa fobia a tanto verde, tanto silencio y tanto azul. Nunca había visto tanto bichito pulular por el aire y él, para más inri, riéndose a carcajadas cada vez que se daba la vuelta a mirarla.
La venganza será «elaborada»


Hasta mañana, buena semana.


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