viernes, 4 de abril de 2014

Relato. Capítulo 2. Una mujer decidida

Abrió el portón trasero de la vieja furgoneta de la casa para que entrara Pepa, su fiel y adorable perrita que había recogido cuando, empapada y muerta de hambre y frío, merodeaba por el camino de acceso a la casa cuatro años atrás. Serían compañeras de aventuras.
Juntas iban a emprender un largo camino para ver el mar. Para la Sra. María sería la primera vez, para Pepa no sabía; pero lo que tenía claro era la sensación de que una de sus grandes ilusiones estaba a punto de cumplirse.
Ya habían pasado cuatro meses del fallecimiento de su marido y cada día se levantaba con más alegría porque era dueña de su vida y en sus manos estaba el rumbo que podía coger. Tenía muchos proyectos para vender los productos de la granja, miel, huevos, mermeladas y galletas  en la tiendecita que proyectaba abrir en la plaza del pueblo. El local estaba al lado de la consulta del médico y enfrente del ayuntamiento. Solo hizo falta ponerle un suelo de madera, unas estanterías para las que había cosido unos pañitos de cuadros con remates de ganchillo, un mostrador con cestas de caña que le había hecho a mano un amigo de toda la vida y como en la parte trasera tenía un pequeño jardín, había puesto en el porche dos mesas con sillas porque quería que los que vinieran a comprar se tomaran un café si les apetecía, mientras se relajaban contemplando hortensias, violetas, manzanilla y plantas aromáticas  que florecían en aquel pequeño rinconcito. Haría mermeladas a la vuelta.
En la granja había recogido la primera cosecha de los frutales, manzanas, peras, ciruelas. Las uvas de la parra aún estaban creciendo, les vendría muy bien el dulce sol de finales de verano. El huerto estaba a rebosar de tomates, calabacín, zanahorias, lechugas, pimientos, ajos y cebollas. Las patatas estaban casi a punto para recogerlas, pero hasta mediados de octubre no había prisa.
Las gallinas, conejos y las cuatro vacas estaban alimentadas y limpias. Había encargado a su vecino Matias, el de la granja cerca del río, que al día siguiente fuera a darles de comer y sacar a las vacas a pastar al prado.
Todo en su sitio. Todo arreglado.
Dio la vuelta a la furgoneta,  subió a ella y se despidió de su casa. Sus ojos brillaban y puso la llave en el contacto. Con ese gesto comenzaba la aventura de recorrer 170Km para pasar un fin de semana a la orilla del mar.
Qué 71 años son muchos para emprender esa aventura?
No sabéis de lo que es capaz una mujer decidida!
Quiero dedicar este relato a M. por el entrañable café que hemos compartido. Gracias.
Que seáis felices y hasta mañana.

6 comentarios:

  1. Un relato lleno de color, que plasma la entereza de una anciana que no es vieja. Brindo por eso, querida Josela.

    Un beso.

    Fer

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  2. Una mujer, como otras muchas, que tira para adelante con el motor de la libertad de la que disfruta.

    Un beso, Fer. Buen fin de semana

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  3. Una mujer decidida y fantástica, Josela. Que 170 kilómetros se hacen en nada y el premio es gordo.

    Besos.

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  4. Decidida y haciendo uso de la libertad.

    Un beso, Angie

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  5. Mucha suerte para la chica en su nueva aventura vital.
    Besos

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  6. Me ha gustado mucho tu relato.
    Sería estupendo llegar a esa edad con la cabeza firme y la libertad dispuesta.
    Un abrazo fuerte amiga.

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