jueves, 12 de marzo de 2009

Voy a la ferretería.



El viernes pasado estábamos, mis padres y yo, tomando café en la panadería-pastelería-cafetería del barrio.

Hacía mucho frío y estaba muy concurrida; fue una ardua tarea encontrar mesa. Llegamos primero mi madre y yo, y un poquito más tarde mi padre; pedimos los cafés y nos enfrascamos en una conversación sobre el tiempo, cuándo íbamos a plantar; me preguntaron si viajaría este fin de semana...

En un momento determinado, mi madre comentó que papá aún seguía con catarro, él con una sonrisa en la cara dijo:« Esto pásase cun baño de terra». Mamá se enfadó cariñosamente y le contestó:«Non quero que digas eso». (Se estaba refiriendo a la muerte). En su cara vi tanta ternura, tanto amor, tanta complicidad, 52 años juntos dan para mucho pero todo estaba condensado en esas miradas.

Era ya la hora de irse y papá nos dijo que esperáramos un poco allí porque tenía que ir a la ferretería. Nos echamos a reir los tres porque cada martes y viernes pasa lo mismo.
Le encantan todo tipo de utensilios que sólo los hombres saben para qué sirven, esta vez era una lija para una máquina, pero otras veces son puntas, una broca especial, unas tuercas ...
Él disfruta yendo a la ferretería cómo nosotras cuando vamos de tiendas de trapos.

Adoro a mis padres y les doy las gracias por su gran apoyo.

4 comentarios:

  1. ¡Hola!

    Muy bien narrado, por una parte: ameno, dinámico y cuidada la redacción.

    Por otra parte, esque esos padres que tienes son irremplazables, como todos, supongo. Bueno, alguno viene bien reemplazarlo cuando las cosas se tercian.

    Pues nada, te espero este finde semana.

    Besitos de Eva y míos.

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  2. Gracias Guille, tengo unos deseos enormes de veros.
    Un beso.Chao

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  3. Cada vez me gusta mas tu blog, y esta entrada dedicada a tus padres es muy bonita, que va si seguro le quedan algunos años por disfrutar juntos eso si es que union y muy bonita, felicidades.

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  4. Este episodio vivido con tus padres que compartes con nosotros es fiel reflejo de tu bondadosa admiración hacia ellos. Parecidos recuerdos guardo yo de los míos cuando las tardes de invierno compartíamos conversaciones al calor de un hogar encendido, quemando leñas de encina que a veces chisporroteaban y nos hacían despertar de aquello que hoy no es para mí nada mas algo parecído a un sueño sabiendo que fue una realidad que ahora mistifico y harás tu con los años.

    Tus escritos, donde nos cuentas episodios puntuales de tu vida, son como un refrescante aroma a hierba recién segada, y tu que también has sido criada en el campo me entiendes. Tus fotografías son maravillosas y nos hacen vivir una aventura nueva cada vez que las ojeamos, una a una, comprendiendo cual es tu vida reflejada en ellas. Un beso enorme, Josela querida.

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