miércoles, 18 de mayo de 2016

Clara 47 años

Sentada en un solitario banco.
Pero no en un banco del parque cerca de su casa, ni en el que está enfrente de Mercadona, ni remotamente en uno del paseo marítimo contemplando el mar y las gaviotas, no, está en un mirador camino del faro y allí, al borde de la carretera, este espacio la invitó a parase cuando su idea original era llegar hacia la costa, unos kilómetros más adelante. No sabe cómo fue pero siente que es un buen lugar para leer la carta.
El banco está al abrigo de unos matorrales y un camino rural pasa por detrás paralelo a la carretera. En la hierba crecen las amapolas y los pájaros trinan en los árboles cercanos. No son los páramos de Escocia, pero es un lugar tranquilo y recogido.
Se sienta poniendo la espalda recta pegada al respaldo, el bolso descansa a su lado y es el momento. Tampoco es cuestión de demorarlo más.
Respira profundamente.
Le distraen unos ruidos por su lado izquierdo y se sobresalta, sin razón después de ver el motivo. Ese ser minúsculo no es ninguna amenaza. Un caniche gris con el pelo sucio y muy largo se asoma y se queda tan sorprendido como ella. Ninguno dice nada y solo se miran.
Clara sonríe y busca en su bolso algo para darle, una galleta que le han dado con el café de media mañana servirá. No tuvo que hacer el gesto dos veces. Acuciado por el hambre y porque no la veía como algo peligroso, además estaba sentada, el perro se acercó para adueñarse de la golosina.
Cuando se la acabó se quedaron mirando uno al otro. Clara preguntándose si tendría dueño y el perro dándole una oportunidad a otra galleta. Se notaba que los dos estimaban la compañía del otro.
Asomaba la carta por el bolso abierto reclamando su atención, apremiándola.
Era el resultado del primer control después del cáncer que había sufrido, y pidió al equipo que la llevaba que se lo enviaran por correo; no se veía con fuerzas para pisar el hospital.
Su intención era alejarse de todo e ir a leerla al faro, al abrigo de las grandes piedras de la explanada y con el mar de fondo, pero no, allí estaba, en un recodo de la carretera y con el perro observándola.
Rasgó el sobre y lentamente desdobló el folio.
Sentía que se le nublaba la vista, pero un NO se hizo visible como un faro en las tinieblas.
No sabía qué hacer con las manos. No sabía dónde posar la mirada. Le dolía la mandíbula, antes por la tensión, ahora porque no dejaba de sonreír. 
Y él mirándola, esperando.
Tal vez se han unido sus caminos, por qué no?


6 comentarios:

  1. Pues ojala se unan sus caminos....como siempre excelente Josela.


    Chelo lua

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    1. Sería una terapia manífica para ella y mucho amor que recibiría el perrito. Qué más se puede pedir?
      Gracias Chelo!

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  2. La amistad y la salud y a veces vienen juntos como en esta bonita historia.
    Estoy imaginando el faro, el banco y hasta el caniche.
    Besos

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    1. Si tienes alguien al lado te haces más valiente, no?
      Gracias Dr
      Besos

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  3. Josela, yo creía que se había publicado un comentrio que dejé, pero veo que no. Te decía algo aí como que fuera lo que fuera lo que hubiera en la carta creo que sus caminos se habían encontrado.

    Un beso.

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    1. Hola Angie!
      Eso es lo más importante para ambos, compartirán la vida.
      Mi perrita es mi compañera y le deseo a todo el mundo que vivan un amor igual.
      Aleluya! Está entrando un rayo de sol por la ventana después de un sábado tormentoso y muy lluvioso. A la calle!
      Besos, querida amiga

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