<Voy a escribir en la arena tu nombre y voy a sacarle una foto antes de que las olas nos lo arrebatan>
Sentado en el banco con el termo en la bolsa de loneta y con todo el tiempo del mundo contemplaba uno de los más hermosos atardeceres otoñales, que nada tenía que envidiar a los de la época estival.
Acariciaba con una mano la madera labrada y torneada por su Manuel, y revivió en un lapso de un instante la felicidad y el sosiego que compartía hacía ya tantos años con su pareja.
Lo ve llegar a lo lejos. Apresurado. Con unos panecillos recién horneados en la panadería del pueblo. Y en el bolsillo un puñado de nueces.
Sentados a la par y con las vituallas en el regazo se disponían a dejarse sorprender por una puesta de sol más. Diferente y única cada día.
La fotografía que ya tiene más de cuarenta años no está escondida en un álbum de fotos ni guardada en una caja de zapatos con las fotos antiguas. No. Fue a la tienda de fotografía del pueblo vecino y aquella foto descolorida se convirtió en un mural que, en la salita donde pasan tantas horas no se cansan de contemplar.
Preciosa postal!!!
ResponderEliminarY preciosa la escena!
ResponderEliminarMe niego a escribir historias tristes. Y esta surgió al vuelo contemplando un gesto de lo más tierno. Casi me animo a escribir más capítulos del comienzo de esta relación.
Bueno Cheliño abrígate que Lugo está de lo más gélido. Y habrá un veraniego...aunque parece lejano.
Besos
Ese es un atardecer y lo demás son coñas. Ventajas de vivir al Oeste de casi todo.
ResponderEliminarBesitos
Y qué lo digas! Y por qué no podemos vivirlo?
EliminarEspero que te haya abandonado la gripe. Si es así corretea un poco por la costa. Eso hace milagros.
Besos