Nos cuesta mantener la calma cuando lo que nos rodea lleva un ritmo endiablado y nos atrapa en su vorágine.
Pongamos por ejemplo el metro de una gran, grandísima ciudad, todo va rápido, la mayoría de la gente corre para coger otro metro, un tren, llega tarde o quiere arañar unos minutos para vivirlos de otra forma. Tú estás allí como espectador y cuánto te cuesta no dejarte envolver, marcar tu ritmo.
La calma, el dejar de mirar la hora, contemplar, tener tiempo para contemplar, todo constituye un lujo. Nos cuesta dejar nuestra mente libre para que capte lo más hermoso, para que deje de ser pragmática y nos deje vivir en las emociones y la intuición.
Tendríamos que reservar un momento del día para no pensar en nada, absolutamente en nada. Es posible? Imaginaros lo relajados que estaríamos.
Hasta mañana. Sed felices
Y mejor si ese momento del día es por la noche justo en el momento en que el sueño ha decidido abandonarte cuando tu solicitas su presencia.
ResponderEliminarJusto en ese momento.
ResponderEliminarSi tuviémos un chisme de on/off y darle al apagado cuando quisiéramos dormir. Dime si no es una buena idea!
Es difícil dejar de pensar, pero admito que cuando el sueño nos ronda, entonces hay unos momentos que estamos perdidos en la nada.
ResponderEliminarUn abrazo fuerte amiga.
Tienes razón, Rosario, cuánto cuesta lograrlo...tal vez los orientales lo consigan, para nosotros es difícil.
ResponderEliminarUn abrazo