jueves, 15 de diciembre de 2011

Dulce, algo muy dulce.



En los paseos cortos que hago con Olivia paso por delante de una pastelería y hoy el escaparate ejercía sobre mí un gran poder hipnótico; necesitaba dulce.

Pero no una sosería dulce como una rosquilla o una magdalena, ni un bizcocho o un hojaldre, necesitaba, precisaba que la crema o el merengue llenara mi boca, que mis papilas gustativas, por fín, cataran el dulce.

Pues, la pastelería ya estaba cerrada; y en casa, como casi siempre había muy pocas cosas dulces. Abrí la nevera desierta y allí, en un rincón, estaba la mermelada de naranja amarga.

Unas tostadas con mermelada.

Daría...daría... no sé lo que daría por un arroz con leche.

Tengo que ponerme a cocinar. Estoy en una fase de no querer ni manchar la cocina. Debe ser la antesala del boom culinario del que pienso disfrutar en navidad.




Hasta mañana.

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