Casi cada sábado cuando voy a hacer la compra me la encuentro con su dueño, bueno, realmente es la perrita de su hija, pero él se la pasea porque ya está jubilado y así se entretiene.
Sandy me reconoce y cuando me acerco está dispuesta a darme unos lametones y se pone panza arriba para que la acaricie en la barriguita. Cuando me voy se pone a ladrar para que me quede a hacerles compañía y de paso que le dé mimos.
Me gusta Sandy y no os digo lo que le gustaría a Otto.
Un abrazo enorme a todos los amigos de los perros.
Hasta mañana
Es una satisfacción muy grande, saber que están allí para acompanar nuestras vidas.
ResponderEliminarSon hermosas criaturas que comparten nuestro espacio y nuestros afectos.
Me gusta tu blog, felicitaciones.
Doris
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