domingo, 18 de julio de 2010

De la mano.

 




No teníamos agua corriente, comienzos de los años 60 en una aldea de Lugo, con cuatro casas y mucha lucha por el día a día.

Así que no quedaba otra que ir al lavadero, que por cierto, había construido mi bisabuelo y allí, en el agua del río lavar la ropa. El jabón lo hacía mi abuela con grasa de la matanza, sosa y algo de champú o jabón comprado, cuando se podía... y qué bien lavaba.

Y, como imagináis, yo iba siempre con ella, llevaba en una cestita algo para lavar y al llegar, la abuela me dejaba arrodillarme a su lado y sobre el chanto( no sé cómo será en castellano) ponía mi ropita y ala, a lavar como la abuela. Cuando me cansaba correteaba por allí, buscaba flores y jugaba con el perro.

El lavadero estaba cubierto y a veces dejábamos allí la ropa para que se secara... qué bien olía y sin suavizante, ni potenciadores del blanco, sin oxígeno activos...

Volvíamos justo para ir a la huerta a buscar unas lechugas y tomates para cenar o verdura para hacer el caldo para el día siguiente. Pero la abuela siempre tenía guardadas para mí alguna galleta de vainilla o un trozo de queso muy curado, ella siempre pensaba en algo para la nena.



Tuve una suerte inmensa de que ella fuera mi maestra en las cosas del mundo, le debo el cómo soy ahora y el talante que tengo.





Cuando te haces un rasguño te pones una tirita, cuando te duele la cabeza tomas un analgésico...pero, qué haces cuándo te duele el corazón?






Hasta mañana
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