Con un vestido blanco, un echarpe en los hombros y una taza de té al lado, estaba sentada en el porche leyendo, aunque con poca concentración, no podía apartar la vista del increible paisaje que se mostraba ante ella.
No habían escogido ese pueblo en paticular, sabían lo que querían, pero la casita fue un amor a primera vista, una atracción a la que hay que sucumbir y estaban encantados...
Comienzan un camino juntos y disfrutan de una forma de vida con la que siempre habían soñado...
...y unas manos le acarician la espalda, el cuello, la nuca...
Hasta mañana
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