Más bien sería un gustazo inmenso, pecado -que ni siquiera me planteo- sería una forma de hablar.
Cuando hace muchos años cogíamos bártulos, niños y coche, y disfrutábamos de todos los preparativos, el destino no era otro que un día de playa. Aún por carreteras nacionales, atravesando pueblos, subiendo y bajando montañas. Largo, pero emocionante. Jugábamos al veo-veo, a las palabras encadenadas, a conversar porque el pequeño habitáculo del coche propiciaba las confidencias.
A la vuelta a casa se unía un hambre canina, una ducha arenosa, una película y...tarta de zanahoria. Fría y riquísima.
Se tiene que hacer uno o dos días antes para que se empapen bien los bolitos , no lleva ningún licor. Tiene un sabor magnífico, y por los ingredientes, me imagino que muy saludable.
Un kilo de zanahorias cortadas en rodajas. Cubrir de agua y cocer. Es importante que cuando las escurráis reservéis como dos tazas del agua de cocer.
Pasar las zanahorias por el pasapuré. Añadír unos 400 g de azúcar, una bolsa grande de coco rallado, reservando un poco para decorar. Añadid el agua reservada. Revolved todo.
Seis bollitos de leche -probé con bizcochos, medias noches, y no hay color -cortados a la mitad.
Una capa de bollitos, una capa de mezcla. Así hasta el final.
Yo hago la tarta en una pota ancha y baja. La tapo con un plato o tapa más pequeño y aprieto. Hasta a veces le pongo un peso por encima. El objetivo es que se impregnen bien los bollitos. La dejo dos días en la nevera.
Desmoldar y decorar con el resto del coco.
Sale una tarta grande, pero la comeréis rápido, seguro.