Me cuelo para contaros que parece ser que ya tengo tres añitos y lo hemos celebrado.
Invité a mi amigo Max a comer y la mami nos hizo higado encebollado, que estaba de muerte; no dejamos ni las migajas del borde.
Después, una buena siesta.
Sabéis que me recuerdo de todos mis compañeros de la perrera, de los que llegan muertos de miedo y de hambre, llenos de palizas y maltrato, de los que traen una inmensa tristeza en sus ojos porque en algún momento se han sentido queridos y cómplices con sus amos y ahora están solos, sin esa palmada cariñosa, sin ese "vamos". Me gustaría que todos ellos, grandes y pequeños, cachorros y viejetes, tuvieran una nueva oportunidad para ser felices.
Parece que es hora de ir de paseo. Chao, compinches.
Olivia
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