No quisiera que fuera así, pero es lo que hay.
Me agobia lo verde, la idílica naturaleza, los prados. A veces pienso que el motivo es que no estoy lo suficientemente sosegada para apreciar la belleza del campo, para dejarme envolver por esa pureza.
Me gusta el asfalto, los ruidos de la ciudad, el sentir cómo se despierta, su ritmo, el bullicio.
Y en la ciudad, el hogar como refugio.
Hasta mañana
Comparto tu parecer. No me gustan los campistas, ni los peregrinos mochileros.
ResponderEliminarA mí hasta me da apuro decirlo porque se supone que el eire puro, las florecillas y el trino de los pájaros tiene que ser de unánime deleite, pues no es así en mi caso. Me abobian.
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