domingo, 22 de junio de 2014

Relato. Capítulo 3. El mar

Con los zapatos en una mano y  la correa de Pepa en la otra, se adentró en el gran arenal, poco concurrido en esa época, solo unos bañistas en el agua, un hombre joven corriendo mientras escuchaba música y una familia con muchos niños, que ya estaban recogiendo para irse. Podría decirse que tenían la playa para ellas solas.
El Sol comenzaba el ritual del final de la jornada; tonalidades amarillas, rojas y anaranjadas se mezclaban en el horizonte para mostrar un verdadero espectáculo. La señora María estaba extasiada, pardiez!, había visto atardeceres, claro que sí, y bien bonitos que eran, pero aquello era prodigioso. Además sentía como su cuerpo se llenaba de sosiego, de tenura, de alegría. Era un regalo.
Soltó a Pepa para que la perrita disfruta del mar, que jugara con las olas, que se alejara corriendo y volviera a ella con toda la despreocupación y el entusiasmo que compartía con su dueña. Mientra tanto paseó por la orilla, dejando que el mar acariciara sus pies y que la brisa revolviera sus cabellos.
No pensaba en nada, solo estaba viviendo el momento y disfrutando de cada segundo.
Cuando llegaron a la camioneta ya oscurecía. Tenía que buscar en el pueblo dónde pasar la noche.
Hasta mañana. Sed felices